A diferencia de otros sectores económicos que han entendido el valor de la innovación como eje fundamental de sus negocios, el sector jurídico, por su propia naturaleza conservadora, no ha sido capaz de seguir la estela de este movimiento. Sin embargo, parece que esta realidad está cambiando, como se expone a continuación.
Apertura de mente: retar las áreas de confort, disposición a ver las cosas de otra manera, creatividad, pensamiento lateral y crítico.
Diversidad: relacionado con lo anterior como forma de ampliar puntos de vista. Diversidad de profesionales incluidos los que no son abogados, diversidad cultural o de género.
Colaboración: como una cadena lógica con lo anterior, la oportunidad de aprovechar la diversidad para crear más valor, que fomenta la reducción de jerarquías, la multidisciplinariedad, tanto dentro del Derecho, como con otras disciplinas.
Adaptación: maleabilidad y flexibilidad no sólo de los trabajadores, también de las propias empresas, y consecuentemente, organizaciones ágiles, estructuras abiertas al talento, con capacidad para invertir para aprovechar oportunidades o mejoras, externalización para no tener estructuras demasiado pesadas. El proceso innovador impone además un cambio de enfoque de la actividad jurídica que supone un importante reto para muchos. Implica una transformación cultural profunda del concepto tradicional del valor depositado en el arte y el acceso restringido al saber jurídico.
Orientación al negocio: Este enfoque supone un cambio más profundo que el mero pensar en ‘hacer caja’ o pelotazos basados en el oportunismo, la falta de escrúpulos, o las acciones de clase como en EEUU. Tiene más que ver con un profundo cambio cultural en la concepción del servicio jurídico y la instauración de un modelo organizativo orientado al beneficio financiero, a la eficiencia y al desarrollo de la capacidad competitiva a largo plazo como motores de la actividad.
- Orientación al cliente: es uno de los ejes precisamente de la transformación en negocio, como medida última del valor a aportar con la innovación: capacidad de escucha, segmentación, foco y especialización.
- Orientación a la eficiencia: no como simple ahorro de costes, sino como optimización de la inversión en todos sus aspectos.
- Incorporación de la tecnología como herramienta fundamental no sólo para facilitar conseguir ser eficientes, sino también como generador de mayores niveles de calidad del trabajo y de incremento del valor añadido.
Y aún hay un reto más: o sufrir su elegir entre convertirse en agentes de transformación e innovación u optar defenderse. Es decir, apostar por encontrar oportunidades de diferenciación y crear valor para el cliente con nuevos servicios/productos, o apoyarse en la adaptabilidad a los cambios introducidos por la competencia.
Los que consigan el éxito en el primer camino liderarán el sector, los que consigan adaptarse podrán mantenerse. Los que no hagan ni una cosa ni la otra, empiezan un camino irreversible hacia su desaparición. La impresión de todos los entrevistados es que las transformaciones tecnológicas y culturales que relatamos no tienen marcha atrás, y los cambios van a ser rápidos con la única certeza de la imprevisibilidad.