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Mención que hace Cervantes de sus proezas en Lepanto

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Cuando el valeroso soldado vió con pena que sus méritos y servicios no encontraban la recompensa que le era debida en estricta justicia, se decidió a solicitar del Rey, año de 1590, algún premio y merced por sus trabajos y sufrimientos durante veintidos años.

En ese documento hizo constar que había servido a S.M. en cuantas jornadas de mar y tierra se ofrecieron mientras fue soldado, particularmente en la batalla naval de Lepanto, donde le dieron muchas heridas, de las cuales perdió una mano de un arcabuzazo.

Quien quedó manco, y en situación desgraciada desde entonces, por su heróica bizarría, y además estaba quejoso de la indiferencia, y desdén con que en las esferas oficiales se le trataba, ¿ cómo había de olvidar nunca en sus libros aquella ocasión de guerra que era el timbre más preciado de su renombre militar?

En el Viaje del Parnaso, la obra más autobiográfica de las de Cervantes, capítulo I, refiriéndose a su participación en la batalla naval, se leen estos notables tercetos:

Arrojóse mi vista a la campaña

Rasa del mar, que trajo a mi memoria

Del heroico D. Juan la heroica hazaña.

Donde, con alta de soldados gloria,

y con propio valor y airado pecho

tuve, auque humilde, parte en la victoria.

Allí, con rabia y con mortal despecho,

el otomano orgullo vió su brio

hollado y reducido a pobre estrecho.

Y defendiéndose, en el prólogo de la segunda parte de Don Quijote, de los infames vituperios que contra él lanzó el encubierto miserable Avellaneda, recordaba con indecible orgullo su acción de Lepanto.

» No he podido dejar de sentir que me note de viejo y de manco, como si hubiese sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mi, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sini en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperen ver los venideros.

Si mis heridas no resplandecen en los ojso de quien las mira, son estimadas, a los menos, en la estimación de los que saben donde se cobraron; que el soldado, más bien parece muerto en la batalla, que libre en la fuga; y es esto en mi de manera que, si ahora me propusieran y facilitaran un imposible, quisiera antes haberme hallado en aquella facción prodigiosa, que sano ahora de mis heridas sin haberme hallado en ella. Las que el soldado muestra en el rostro y en los pechos, estrellas son que guían a los demás al cielo de la honra y al de desear la justa alabanza».

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Acerca Eduardo Domínguez Lobato

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