“No me cabe concebir ninguna necesidad tan importante durante la infancia de una persona que la necesidad de sentirse protegido por un padre”
Sigmund Freud
Los niños necesitan para su adecuado desarrollo psicológico y equilibrio emocional, y esta responsabilidad recae sobre sus progenitores.
Esta decisión, separarse o divorciarse, suele ser de forma conjunta, de mutuo acuerdo, con una escasa proporción de conflictividad.
Pero otras veces, el conflicto destructivo se pone de manifiesto cuando entre los miembros de la pareja hay reproches y despecho. Aparecen también el ajuste de cuentas, los asuntos pendientes y los deseos de venganza.
Por otro lado, los asuntos judiciales suelen prolongarse en el tiempo y se plantean en la mayoría de las ocasiones de forma enconada y hostil entre las partes, por ello, y habiendo hijos, las probabilidades de que estos niños reciban malos tratos psicológicos son muy altas.
Hemos de recalcar que la imagen positiva de la figura paterna es condición necesaria para construir el equilibrio emocional y una autoestima positiva en los hijos. En otro caso, el niño sufrirá un daño psicológico.
El instinto de protección materno hacia los hijos está muy alejado de los comportamientos que van dirigidos a romper el vínculo paterno filial. No aceptar la ruptura, rechazar la nueva situación económica y social, mantener sentimientos encontrados hacia la expareja, celos por una nueva relación del otro, sobreproteger a los hijos, considerar al otro incapaz de hacerse cargo de sus hijos, suelen ser algunas de las causas que pueden derivar en conductas para entorpecer la relación del padre con sus hijos.
Entre las conductas recurrentes que mantienen los padres en los procesos conflictivos de separación y divorcio, que dañan el bienestar psicológico de nuestros hijos, tendríamos las siguientes:
- Descalificar, insultar y/o faltar el respeto al otro delante de los hijos.
- Judicializar cualquier circunstancia familiar y hacer conocedores a los hijos de todo lo que está ocurriendo en los juzgados.
- Utilizar a los niños de “corre ve y dile”
- Dificultar y/o impedir que las visitas transcurran con normalidad. Obstaculizar las visitas.
- Sonsacar información de lo que ocurre cuando están con el otro.
- Mostrar que no hay ninguna cualidad en el otro. Visión negativa.
- Mantener a los hijos inmersos en el conflicto de los adultos.
- Molestar con llamadas innecesarias a los hijos cuando están disfrutando de su estancia con el otro.
- Culpar al otro de todo lo malo que ha pasado. Relatar a los hijos que el otro nunca se ocupó de ellos que nunca los ha querido.
Por ello, la armonía entre los padres, las buenas formas y maneras, y la aplicación de lo razonable en el cumplimiento de la sentencia y del acuerdo se convierten en fundamentales para el buen desarrollo de los hijos.