La necesitábamos

La necesitábamos, digo la Mar, de alguna manera cerca, porque en ella nos lavamos las manos de nuestras tensiones, ciudadanos como somos, desparramados en el verano, a pierna suelta, entre desánimos y disfrutes, transitoriamente en paz, aunque efímera esta, dentro o fuera del chiringuito, pero al ladito, o cerca.

Y gracias a la mar, a su orilla, porque allí desperezamos ataduras y nos volvemos a salar, en estos días, para los próximos tan insulsos y atosigados como nos vendrán.

No dejemos la playa, por ahora, no la tiremos por la borda. Porque allí, nos desembarazamos de tanto corsé como nos aprieta, de tanto déficit, de tanta alegría perdida y tanto parlamentarismo vacio, vacio de soluciones, de ideas, aunque tan lleno de las mismas caras, a las mismas horas, en los escaños de siempre.

Posiblemente estamos exagerando, o no, pero como suele decirse, la gente en bañador y en la playa parece otra, si no, imaginemos a la Merckel, a Rajoy o al mismísimo Obama, proclamando y decidiendo nuestras próximas penas o frivolizando sobre nuestros futuros a bordo del afamado triquini, meyba o bañador turbo, repectivamente claro, siempre respectivamente y por orden de mención, claro.

No, ellos no hablarían entonces de negocios, digo de política, porque los negocios de la política empiezan siempre ahora, después del verano.

Y esto nos induce a pensar que la política es cosa enrevesada propia de los penumbrosos salones de invierno y que , por otro lado, las asignaturas pendientes, las de España, siempre se aprueban, o no, en septiembre….

Acerca eduardo

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