Y porque ahora, en época de seguro riesgo , incertidumbre y desaliento , puede que nuestras aspiraciones, anhelos y deseos de siempre, merezcan la oportunidad del intento.
Recordamos ahora aquellos años de juventud en los que tantas similitudes vemos con situaciones de ahora.
Aunque el vientecillo de la mar olía de otro modo, la gente parecía distinta y hasta los arboles y las flores eran diferentes.
Teníamos, además, cierta indefinible y voluptuosa sensación de fuga.
Y cuando salíamos de aquí era como si uno, en aquellos momentos, escapase subrepticiamente de algún adormecido manicomio.
Sí , puede que atrás dejáramos como una galaxia de locos pacíficos y amodorrados, inconscientes de sus propias cadenas.
Nosotros, en cambio, nos íbamos, camino de Europa, camino del mundo. Camino de algo diferente sinónimo de libertad, donde podríamos hablar, decir a voces nuestra verdad, ser escuchados, comprendidos, admirados e, incluso, mimados. Después, vla clara idea de tomar una cerveza, sentado , pongamos por ejemplo, junto al Sena.
Y entonces el agua corredora parecía como burlarse de todas las reflexiones, porque el agua iba, va en todos los ríos, en este Guadalquivir también, libre de inquietudes y responsabilidades: El agua jamás se detiene para reflexionar o para interrogar, porque cumple, ciega y cantarinamente el deber sencillo de seguir hacia la mar.
Aunque tan vez el río, aquel rio, y este Guadalquivir también, pronunciaba su soberana lección de vitalidad y modestia, de fe irresponsable en su propio destino, porque al final siempre está la mar, siempre la mar.
Y es que aparentemente las cosas suceden de un modo absurdo e imprevisible. Podéis rogar, gritar, esperar, maldecir y no ocurre absolutamente nada. De repente, cuando el desaliento nos ha taladradotodas las capas de los huesos y nos sentimos exánimes, alguien nos abre un escotillón.
Y entonces decimos, simplemente y sencillamente, quiero volver a casa, a mi tierra