Y playas de Sanlucar, caballeros, señores y duques a caballo y también, follones, amadises y estiércol de titanes.
Espadachines, clérigos y capellanes y además, florisendos, endriagos, gandules, ganapanes. Playas de Sanlucar, de doctos navegantes, floridas señoritas y curas oficiantes y además, venteros, maritornes, y zancajos malandrines.
Azacanes, muleros, tartaneros y picaros playeros.
Muelle de Sanlucar, oidores, contadores, soldados deshuesados y armados caballeros, y también…
rufianes, garanbainas , mozuelas y jergones. Trescientos navíos entre bonanza y las piletas, todo un imperio en este rinconcito marinero, doscientos o mas, naos de mercancías, riqueza y porvenir,meses de carga entre despensas y gentío, entre recompensas y parabienes entre encargos y tributos para nuestra tierra sanluqueña.
Y recuas, mulas andantes por las calles de Sanlucar, toda una pintura, mil o mil quinientas, no sé si más, recuas, calle bretones, barrio alto, barrio bajo, cargamento, despensas y bodegas por rellenar, comerciantes sin desmayo, entre serones, todo lo que hubiera y más, de aquí, de allá, todo para la mar.
Y gente, mucha gente en el trasiego, todo un imperio de gentes, desde tierras catalanas, desde las vascongadas, con aires de Extremadura, de Guetaria, o de Toledo, de Mérida o Alcalá…….
Siempre Sanlucar al fondo, último recuerdo del navegante, cuando milla tras milla en el agua, ese trocito de tierra, último horizonte de continente, era Sanlucar, siempre Sanlucar al fondo o cuando el navegante enfilaba ya de vuelta , con la ruta marcada en la carta naútica, siempre Sanlucar al fondo, siempre tierra a la vista con horizonte sanluqueño, horizonte en campanario de Santo Domingo, loma de Capuchinos o esta torre del homenaje.
Y campanas, por la gloria de la vuelta, repique de campanas alegres, encieladas de por vida, por el reparto de aquella mercadería, de los oros, de las conquistas acreditadas, de las tierras poseídas, campanas de bienvenida…..
Pero, la flota no entra, ruido y bullicio entre las calles, desatino de las gentes, charlas apasionadas, nervios desde la amanecida, “ la flota no entra ”, un día y otro…….. ¿ será por el río, serán los vientos, mareas desfavorables, rocas enfurecidas ? , río a veces malcriado y orgulloso, vanidoso y juguetón, “ la flota no entra ”, “mal rayo me parta” gritaban los cargadores, “ por Dios, no más desventura ”, hablaban los mercaderes, “ que trastorno, que tristeza, que diera un millón por describilla ”, contaban escribientes y contadores.
Al final, el río consentía y los pilotos de la barra encaminaban los navíos entre las espumas de la corriente y las siluetas de aquellos fondos amenazantes, espumas blancas de este río que era como una risa consentidora bañada por el agua.