Va a resultar que el mar habla.
Esto nos decía ayer uno de mayo un amigo, abrazado a nosotros a pie de Bajo de Guía, listo para la foto de rigor con el Coto al fondo.
Y yo le dije: – Manué, La Mar, que nos suena mejor y, sí, la Mar habla.
Porque es como un inmenso animal de mil formas, cambiante, tornadizo entre amores y pasiones, desdenes y esperanzas.
– Pero, cuidado Manué, que habla pero para oídos privilegiados, atentos y perspicaces, esos que saben del difícil arte del bien escuchar.
Cuanta gente por Bajo Guía, o en el mismo Puerto de Bonanza, entre plato y plato, entre copa y copa, entre los vinos, las gambas y aquellas cañaillas de nuestro amigo Juan, pero también, cuanta gente, cuántos de estos no se alimentan sino del yodo de la mar, de sus sonidos, de sus mareas, de sus maneras entre la iracundia del ogro y la docilidad del adolescente.
Cuanta gente habla con la mar, como viejo marinero, entre la inquietud y el arrobamiento, la ternura y la amenaza, el sosiego y la furia y no sé cuantas cosas más.
Así que esa era nuestra conversación antes de la foto, de espaldas al Coto y a la Mar. Y aquella tarde nuestro mar domestico estaba allí, como siempre, indolente,entumecido por la bajamar, quizá anestesiado por el viento del nordeste; sesteante, indiferente y pacífico como gigantón poderoso.
Y allí estaban, también, las gaviotas de la tarde, las de los juanelos, las buscadoras, las compañeras de tanta embarcación de vuelta con los motores ardientes por las prisas de la lota. Porque aquí, todos hablan, todo lo que nos rodea habla, las gaviotas con sus pañuelos blancos, los pesqueros humeantes, la orilla urbanizada, los veleros inquietos.
Y hasta los restaurantes hablan entre las obras tan necesarias para estas playas deBajo de Guía y de Bonanza, que vienen ya tan largas, desesperados como estamos todos por tanto tubo suelto, tanta inmundicia orillada, tanto tráfico cercano,clamando como están, a voz en grito , por la restauración y acaso la mejoría de tan sanluqueño enclave.
Porque Bajo de Guía y Bonanza son nuestro portavoz y altavoz más sonado y convincente, atalayas portentosas para el saboreo de la inmensidad marina con una caña de manzanilla por delante, la tapa de choquitos aliñados y la ración de acedías.
– Así que déjalo hablar, déjalos hablar Manué, en ese inacabable chapurreo de todas las tardes…..